Presencialidad con Sentido


José Antonio Díaz Aguirre,
Director ejecutivo de la Fundación Minera Escondida

Para desafíos complejos, soluciones integrales. Como un mantra surge esta frase de manera inmediata cuando abordamos los desafíos y ventajas de la presencialidad en la educación. Y el contexto no puede quedar fuera de la discusión: estallido social, pandemia, revolución digital y surgimiento de nuevas enfermedades de salud mental, factores diversos que convergen en un mismo tiempo y espacio. Escenario incierto que requiere de acuerdos mínimos si lo que buscamos es alcanzar un retorno con sentido a las salas de clases.

Pero como en otros ámbitos, el titular le ganó al contenido. El derecho a la presencialidad -elemento indiscutible bajo cualquier análisis- piedra angular en la socialización, desarrollo motriz y aprendizajes profundos, no encontró compañía en otros derechos igual de relevantes que, al unísono, pusieran en la balanza las necesidades educativas de niños, niñas y adolescentes, y al mismo tiempo el acompañamiento pedagógico, emocional y social a educadores y docentes.

Bien lo plantea la académica estadounidense, Linda Darling- Hammond, en su libro “Reiniciar y reinventar la escuela: el aprendizaje en los tiempos del COVID y más allá”. La investigadora propone con sentido de realidad un listado de prioridades que abordan los desafíos de la educación actual. Desde el cierre de la brecha digital, el rediseño de las escuelas para lograr relaciones más fuertes, la preparación a educadores como protagonistas de la reinvención escolar, la promoción del aprendizaje auténtico y culturalmente receptivo y la permanente evaluación de las necesidades de los y las estudiantes, entre otras acciones, conforman el decálogo.

Un conjunto de acciones que enfatiza en la generación de aprendizaje auténtico y en equidad, en concordancia a los conocimientos que requiere el siglo actual y el que viene.  Una nueva forma de hacer y vivir la educación, que surja desde la pasión por educar y centre su atención en lograr el desarrollo social, emocional, cognitivo, moral y de identidad, y sobre todo, base sus decisiones en la colaboración de estudiantes, equipo docente, familias y comunidad.

Sin duda, la vuelta a clases debe suponer un paso a la normalidad para padres, estudiantes y educadores, pero esa normalidad debe ser deconstruida para volver a crearla y entenderla. Este retorno a clases no puede centrar su argumento en el solo aprender contenidos, cuando la invitación es a desaprender para volver a crear.

Como lo plantea, Christopher Dede, profesor de Tecnologías de Aprendizaje en la Universidad de Harvard: “La educación no volverá a las prácticas antiguas, sino que mantendrá una nueva normalidad de aprendizaje universal, híbrido y personalizado”.

Las escenas de violencia vividas las últimas semanas en distintas comunidades educativas del país, debe ser un llamado de atención para todos y todas quienes creemos en la Educación como una pieza clave de las sociedades. Por eso la creación del Consejo Asesor para la Convivencia y la No Violencia, convocada por el Ministerio de Educación, debe dar una señal relevante sobre el aprendizaje emocional como condición indispensable para promover los aprendizajes.

Darling- Hammond, nos propone en su libro reinventar la escuela y no volver a la que conocíamos, a la de siempre, la que existía antes del estallido, la pandemia, la revolución digital y las enfermedades de salud mental.

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