De vuelta a la presencialidad con una nueva perspectiva

Por Ernesto Treviño
Centro UC para la Trasformación Educativa
Facultad de Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile
En la literatura especializada las pandemias se consideran como guerras o desastres naturales mayores, que dejan huellas indelebles en toda la población, especialmente niños, niñas y adolescentes (NNA). Cuando alguien regresa después de dos años de una guerra a su hogar se abraza, ríe, llora, y se pregunta cómo están todos y qué ha pasado en este tiempo. El trauma de la pandemia, con pérdidas de seres queridos, falta de oportunidades de socialización, situaciones de ansiedad e inseguridad, entre otros, tienen un impacto anímico enorme sobre los NNA, que profundizan la crisis de desarrollo infanto-juvenil que se vivía en Chile y que debe ser considerado por los centros educativos.
Para el año 2017, ya se vislumbraba que el 38% de los adolescentes de Chile padecía algún trastorno mental. Asimismo, que 70% de los hogares usa violencia como método educativo en menores de edad, y el 38% usa la violencia física. Se trata de un panorama poco prometedor para un desarrollo positivo de los NNA.
La pandemia llegó a profundizar esta crisis de desarrollo socioemocional en toda la población. En el año 2021 se identificaba que 24% de los adultos reportaba algún problema de salud mental, y 46% de los adultos reportaba un estado de ánimo peor que antes de la pandemia. Además, las familias reportaban que entre los menores en educación parvularia y escolar el 61% aumentó su reactividad emocional, 42% presentó una mayor actividad psicomotora en forma de inquietud e hiperactividad, y 73% aumentó significativamente su nivel de demanda hacia los adultos.
Ante esta situación es evidente que la presencialidad se tiene que enfrentar desde una perspectiva que supere las prácticas educativas previas a la pandemia, para hacernos cargo de la crisis humana que estamos viviendo.
Más que recuperar aprendizajes debemos ayudar a los estudiantes a recobrarse del trauma, de las pérdidas, de la perdida de oportunidades de socialización, del encierro, la frustración y las vivencias intensas de las dinámicas no necesariamente favorables en el hogar. Se trata de un paso previo a la restitución de aprendizajes.
Las escuelas y el sistema educativo deberían tomarse en serio la situación socioemocional, que lamentablemente ha derivado en problemas de convivencia y violencia escolar. En el caso del regreso a clases se deberían enfocarse en apoyar el bienestar socioemocional de los estudiantes. Preguntar y conocer la situación de alimentación, salud, cuidados en el hogar, salud emocional, conducta social, pérdidas de seres queridos, horas de sueño, estabilidad y protección de las figuras de cuidado, y vivienda son elementos mínimos para saber cuál puede ser el estado de bienestar de los estudiantes.
Desde el punto de vista del apoyo a brindar, se debe considerar que existen tres tipos de medidas. En primer lugar, una implementación curricular orientada a fomentar las relaciones humanas sanas y crear un ambiente cálido de aprendizaje, que aplica a la totalidad de los estudiantes y tiene como foco la prevención de situaciones tensas. En segundo lugar, se espera que entre un 10 y 20% de los estudiantes requiera apoyo de la dupla psicosocial para apoyo focalizado que busca reducir problemas que ya se registran en el aula y la escuela. En tercer lugar, entre 5 y 10% de los estudiantes requerirán apoyo especializado para reducir la severidad e intensidad de las situaciones emocionales que trastocan la convivencia.
Hoy, la situación post pandemia requiere que la conmoción y la emoción pase del discurso a la acción. Volver a la escuela para reencontrarse, para superar las prácticas repetitivas y descontextualizadas, para sentirse parte de una comunidad, para sentirse y saberse querido y apreciado, para aprender, y equivocarse, y reír y llorar, eso es lo que necesitamos hoy. Cambiar de una vez por todas la indolente mecanización de nuestras prácticas cotidianas y preocuparnos de la formación de los seres humanos que conforman las próximas generaciones es la misión para construir el Chile del futuro.
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